Imprevisión. Negligencia. Falta de planificación, de idoneidad. Indiferencia. Subestimación. Son algunas palabras que pueden aplicarse a una situación que se repite históricamente, cuando una lluvia copiosa cae sobre la ciudad. El anegamiento del puente del Central Córdoba se llevó una vida en la noche del viernes y hubiesen sido más de no haber intervenido ciudadanos solidarios y los bomberos.
Un hombre de la provincia de Santa Cruz que viajaba en su auto con dos hijas, intentó guarecerse bajo el puente y el vehículo fue succionado por los desagües. Las dos mujeres lograron ser rescatadas, no así su progenitor. Minutos después, pudieron sacar del agua una camioneta con cinco ocupantes, que había girado por Suipacha hacia el puente, ubicado en calle 24 de Septiembre; su conductor era de Famaillá. Casi simultáneamente, una Toyota, con cinco ocupantes, de Los Bulacio, que circulaba por Marco Avellaneda en dirección norte sur, debió ser socorrida, afortunadamente sin consecuencias. Según Defensa Civil, cayeron 70 milímetros durante la tormenta nocturna que se abatió sobre la capital y el norte del Gran San Miguel de Tucumán.
Tras la tragedia, la Municipalidad informó que se sacaron ayer 12 toneladas de barro de los desagües y canales que se hallan bajo el puente y que se coordinaron medidas a corto y mediano plazo, como ser la inmediata realización de cartelería para advertir el peligro en la hondonada que está debajo del puente.
El director provincial de Defensa Civil dijo que este año se han superado las marcas medias de precipitaciones incluso, en meses tan secos como agosto, los suelos han recibido tanta agua que les cuesta absorber las actuales.
El puente fue habilitado el 28 de septiembre de 1876 cuando lo atravesó la primera máquina procedente de Córdoba. La inauguración oficial de la estación del Central Córdoba se realizó un mes más tarde. Gobernaba entonces la provincia Tiburcio Padilla y era presidente de la nación, el tucumano Nicolás Avellaneda. En mayo de 1984, se inició la reparación del puente, de 48.000 kilogramos y de 31 metros de luz.
A lo largo de su historia, se han producido anegamientos bajo el puente y se han registrado víctimas mortales. En nuestra edición de hoy, el urbanista Raúl Torres Zuccardi propone ideas interesantes a tener en cuenta para solucionar este problema. Señala, por ejemplo, que se podría captar el escurrimiento superficial del agua, antes de que ingrese a las rampas que llevan a la hondonada que está debajo del puente, con el sistema de captación que se considere más adecuado, de modo que el caudal sería menor. Sugiere instalar en la parte más baja, una planta de bombeo que trabaje cuando el agua llegue a cierto nivel, y que luego se derive. Afirma que podría instalarse un sistema que se active automáticamente con una función sonora y visual, como las barreras del ferrocarril. Un sensor podría advertir cuando el agua esté subiendo.
Esta tragedia pone en evidencia una vez más la falta de previsión. Algún funcionario municipal debería informar por qué se sacó y no se repuso el cartel que advertía sobre el peligro. Si en marzo pasado, cuando se produjeron las inundaciones porque cayeron grandes cantidades agua en pocas horas, y se dijo que este fenómeno volvería a repetirse en el futuro; si en agosto se pronosticó una primavera con abundantes precipitaciones, con serias posibilidades que se repitieran las inundaciones, ¿por qué no se tomaron las previsiones del caso? ¿Por qué ayer se limpiaron los desagües debajo del puente y no antes?
Cuando caen aguaceros de esta naturaleza, ¿no se le ocurrió, por ejemplo, a Defensa Civil, ya sea municipal o provincial, poner personal que impida la circulación en las esquinas de Marco Avellaneda y San Martín, en Bernabé Aráoz y Crisóstomo Álvarez y en 24 de Septiembre, entre Suipacha y San Luis? ¿Por qué cuando ocurre una desgracia, sobreviene la preocupación y el apuro por querer hacer lo que inexplicablemente no se hizo antes? ¿De qué sirven los lamentos cuando una tragedia ya se ha producido y sobre todo, cuando una o varias muertes pudieron haberse evitado? ¿Por qué no pensar de una vez por todas en las obras necesarias para proteger la vida de los ciudadanos, antes que en las que proporcionan réditos políticos? En 139 años, la clase gobernante no ha sido capaz de solucionar el anegamiento bajo el puente del Central Córdoba.